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Cultural

Ayahuasca y ruta de plantas alucinógenas en la cultura nazca

Rescate. Estudio sobre momias halladas en Cahuachi revela cómo los antiguos peruanos de esa región usaron las plantas psicotrópicas. 

Sosperitos. Cabezas de dos momias halladas en la zona arqueológica peruana de Cahuachi, Ica, convertidas en trofeos divinos. Foto: difusión
Sosperitos. Cabezas de dos momias halladas en la zona arqueológica peruana de Cahuachi, Ica, convertidas en trofeos divinos. Foto: difusión

Por: Andrea J. Arratibel/El País

Hace miles de años la cabeza de un niño fue entregada como ofrenda divina en la costa del sur del Perú para adorar a los antepasados, llamar las lluvias e implorar por la fertilidad de las tierras. Un sacrificio que podría haber servido como obsequio para el dios Kon, el origen de todo lo creado, o para la divinidad femenina que encarnaba la madre Tierra, representada con pechos prominentes y envuelta en iconografía de animales y plantas: deidades destacadas de la civilización preincaica que sembró los geoglifos gigantes que todavía hoy se pueden apreciar trazados sobre las pampas de Jumana, en la actual región Ica, a 500 kilómetros al sur de Lima.

Antes de la cruenta decapitación, la pequeña víctima consumió cactus de San Pedro, una planta espinosa con fuertes propiedades alucinógenas. La evidencia queda desvelada por el análisis toxicológico de las muestras de cabello de las 22 momias halladas por un equipo de arqueólogos de la Universidad de Varsovia (Polonia) en las imponentes ruinas del centro ceremonial de Cahuachi, lugar sagrado de la antigua capital de la civilización nazca.

El hallazgo de estos restos humanos conservados, correspondientes a varios períodos de desarrollo cultural de aquella civilización, expone el uso más antiguo conocido en la región sur de este cactus, originario del norte del país y fuente de mescalina, una droga psicodélica utilizada en ceremonias rituales y por la medicina tradicional desde épocas prehispánicas hasta nuestros días.

Los niveles de la sustancia encontrados en el cabello del niño, del que los investigadores no han podido revelar sexo y edad, constituyen, además, la primera evidencia de que algunas de las víctimas que se convirtieron en cabezas de trofeo recibieron estimulantes antes de morir. Algo jamás evidenciado antes en una momia nazca.

En los mechones del cráneo de una mujer se detectaron, además, sustancias psicoactivas procedentes de la hoja de coca. Una importante ofrenda que el Imperio inca —que se establecería 1.000 años después en la zona—, utilizaba para establecer el estatus en la jerarquía social, como pago y dádiva funeraria. Otras muestras del cabello de las momias también encontraron rastros de Banisteriopsis caapi, más conocida como liana, el activo principal de la ayahuasca, fuente de harmina y harmalina, dos compuestos utilizados en los antidepresivos modernos.

“En base a los componentes encontrados en infante, se puede pensar que el ritual del sacrificio implicó que al niño le dieran esta bebida sagrada elaborada de sustancias alucinógenas, o tal vez las inhaló a manera de humo”, señala Gabriel Prieto, profesor de arqueología andina en la Universidad de Florida. Un caso extraño para el especialista, “pues las cabezas trofeos solían corresponder a guerreros”, relata.

La investigación arqueológica, publicada en la revista Journal of Archeological Science y parte del Proyecto Nazca, un programa arqueológico de larga duración que comenzó en 1982, también arroja nuevas pistas sobre la primera ruta comercial de plantas psicotrópicas en la región, cuyo consumo data del año 100 a. C. hasta el 450 d. C.

Las sustancias detectadas en el cabello de las momias, correspondientes a las plantas de coca y la planta Banisteriopsis caapi, no son nativas de la región costera. Lo que respalda la hipótesis de que probablemente fueron transportadas a través de la Cordillera de los Andes, desde el norte de Perú o la región amazónica. Según sostienen los autores del estudio, las sustancias ingeridas durante los rituales fueron cambiando con el tiempo: mientras que la ayahuasca y la mescalina se volvieron menos favorecidas, el consumo de coca comenzó a ser más común después de que los wari, el primer Estado imperial de Perú, conquistara Nazca alrededor del año 750 d. C.

“Si bien el nuevo hallazgo en Cahuachi indica que el uso de coca, un cultivo andino, no está presente en esta zona hasta que la cultura wari empieza a tomar relevancia en el territorio, pudo deberse a distintos fenómenos”, indica Prieto, para quien el desarrollo de esta civilización no se trató de una absoluta conquista sobre el pueblo nazca, “sino de una continua interacción entre estas dos sociedades, que se influenciaron mutuamente”.

El arqueólogo mantiene la sospecha de que la evidencia de coca en las muestras de algunas de las momias recién encontradas pudo deberse a la influencia de las prácticas que trajeron los habitantes de la sierra peruana.

Cultura Nazca en la era prehispánica. Composición: El Popular.

Cultura Nazca en la era prehispánica. Composición: El Popular.

La gente de la costa no cachaba coca, una actividad que sí era común en las sociedades contemporáneas de la cordillera, que posiblemente, además de sus intenciones de expansión, tuvieron que enfrentar desafíos climáticos que los obligaron a migrar la costa suroeste, trayendo con ellos el hábito del masticado”, expone el experto.

Rito y trofeo

La civilización nazca fue una sociedad jerarquizada desarrollada sobre la zona costera desértica de Perú.

La disposición arquitectónica que todavía hoy se puede apreciar, donde se llevaban a cabo la veneración a los dioses, desvela a los expertos que esta construcción “se trató de una residencia temporal, en la que posiblemente solo habitaba una exclusiva casta sacerdotal”. “Todo parece indicar que los nazcas hacían grandes peregrinajes y procesiones durante ciertas épocas del año”, señala el especialista de la Universidad de Florida.

Tanto las condiciones áridas de la zona, que permitieron la conservación natural de restos humanos a lo largo de los siglos, como el elaborado proceso de momificación que desarrolló este pueblo prehispánico, han permitido que conozcamos más sobre su cultura.

La elaboración de los cráneos trofeos suponía un delicado proceso de curación de los restos. Una vez decapitada la cabeza y extraídas las entrañas, a las víctimas se les sellaba los párpados y la boca con espinas extraídas de acacias o del árbol huarango, especies endémicas de la región.

Como muestran las momias recuperadas por los científicos polacos, “a los sacrificados se les taladraba un hueco a la altura de la frente, por donde se pasaba una soga que después permitía amarrar el trofeo divino y exhibirlo colgado en lugares especiales”, cuenta Prieto.

Como no existen registros escritos de este período de tiempo, todo lo que se puede conocer sobre Nazca y otras culturas cercanas proviene de investigaciones arqueológicas.

La preservación de cuerpos momificados naturalmente en la cuenca de Nazca y zonas cercanas, junto con los cráneos trofeos, brinda la oportunidad de analizar qué plantas psicoactivas y con qué fines se usaban en la costa sur peruana. Los análisis toxicológicos y avances de la ciencia moderna permiten, además, comprender mejor la medicina antigua, la religiosidad de aquellos pueblos del antiguo Perú y la trazabilidad del consumo de plantas comerciales a larga distancia. Desafíos importantes que todavía entrañan tantos misterios en la historia prehispánica.

Hasta la fecha, los equipos arqueólogos han podido recuperar más de 150 ejemplares de momias en los asentamientos territoriales que pobló la cultura nazca. “Pero, teniendo en cuenta la extensión territorial que habitó, todavía quedan muchísimos más secretos por descubrir de esta asombrosa civilización”, revela Prieto.

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