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La fiesta de Yamir Alí

El 9 y 10 de diciembre, en el Centro Cultural de España, el actor y activista presentará el unipersonal La fiesta de la VIHda, decidido a narrar sus 16 años viviendo con VIH. La memoria, el cuerpo y la voz son sus herramientas.

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“La vida es una montaña rusa”, dice una frase de internet. Pero a veces, sobre todo en el Perú, la montaña rusa parece estar a punto de descarrilarse en la curva menos peligrosa. Algo así, quizá, es lo que sintió Yamir Alí tras recibir su diagnóstico de VIH positivo, hace dieciséis años. Como un vagón que sale volando hacia lo desconocido.

Lo que siguió después no fue fácil. Tristezas, problemas y dificultades, a los que se sumó el estigma de vivir con VIH en el país. Sin embargo, para Yamir, este largo proceso le permitió encontrar su propósito: ayudar a los demás. Así nació la obra testimonial La fiesta de la VIHda. “Es una cronología de estos dieciséis años de mi ‘bicho’, como yo le digo”, me cuenta, entre risas, el protagonista de esta historia.

Memoria como catarsis

Yamir Alí no es actor de profesión. En 2018, se topó con un casting para una obra dirigida por Paloma Carpio. Postuló, sabiendo que era un desconocido en un circuito donde todos se conocen. Y quedó adentro. El resultado fue La prueba, pieza teatral a cuatro voces en la que Yamir “salió del clóset del VIH”, como él mismo dice.

Luego de hacerse visible, Alí fundó Positivo de Corazón, colectivo que busca hacer activismo a través del arte. Ahora, con La fiesta de la VIHda, vuelve de la mano con Paloma, pero esta vez para contar su historia completa —y, a través de ella, combatir la discriminación, el estigma y la desinformación existentes en torno a las personas con VIH y la comunidad LGTBIQ+.

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“Una obra testimonial es complicada”, admite. “No hay un libreto, es tu vida”. Para la directora, no obstante, Alí tiene algo especial en la escena y en su propia vida: “una honestidad y una ternura que le falta a la sociedad”.

El proceso de llevar el testimonio a las tablas no fue menos agotador. A Yamir, el reencuentro con su historia le hizo abrir heridas que por mucho tiempo quiso mantener guardadas. Y, al traerlas de vuelta, regresó también la carga emocional que en su momento le tocó vivir. Pese a ello, la misma cronología del relato nos reserva un clímax que desemboca en la celebración de la vida.

En el camino, cuenta la directora, se han afianzado las herramientas para conectar la memoria, el cuerpo y la voz. Explorar con el movimiento y el baile, para expresar aquello que el lenguaje no puede verbalizar. “Esto tiene que bailarse, tiene que ser una fiesta”, dice. Como apoyo, el proyecto cuenta con la participación de los performers Giordani Guerra y Augusto Montero.

“Estoy cansado, pero estoy feliz”. Así resume Yamir Alí el agotador proceso de gestar la obra. Pero su propósito sigue intacto. Le motiva el hecho de hablar del VIH, un tema aún muy invisibilizado en el Perú. Y si es desde la fiesta y la alegría de vivir, tanto mejor.

La fiesta de la VIHda combina los recursos del humor y del drama para hacer un llamado a la reflexión y la acción. Por un lado, dice Paloma Carpio, la obra nos invita a preguntarnos si la vida que vivimos tiene realmente un propósito. Por otro, señala los pendientes del Estado para mejorar las condiciones de las personas con VIH.

Quisiéramos que la vida fuese como la montaña rusa de un gran parque de atracciones, con un vértigo que precede un final de espectáculo. Y, tal vez, por un momento, el teatro permita que sea así. El ingreso es libre, el 9 y 10 de diciembre a las 8 p.m., en el Centro Cultural España.

Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Lima. Le interesan la literatura, el cine, el periodismo narrativo y la creación audiovisual. Ha colaborado en las revistas Ventana Indiscreta, Variedades y el Suplemento Domingo de La República. Forma parte de Verificador, nuestra unidad de fact-checking.