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Un pacto continental urgente, por Diego García-Sayán

“Amenazas muy graves y sensibles atraviesan nuestra América Latina. Ellas van debilitando, en la percepción de millones, la identificación con la democracia y los valores democráticos”.

La relación conocida como “hemisférica”, entre países del continente americano, pocas veces ha estado tan desangelada y carente de agenda o perspectiva estratégica. Como se vio en la gris e irrelevante Cumbre de las Américas (Los Ángeles, junio 2022), prácticamente nada nuevo salió de allí, ni podría salir.

Eso por “dos hechos que llaman a una rectificación mayor: por una parte, una América Latina y Caribe fragmentada y huérfana de coincidencias esenciales para avanzar ante las realidades del siglo XXI; por otra parte, un Estados Unidos sin propuestas mayores desde las cuales impulsar una estrategia hemisférica capaz de construir desde la diversidad”. Clara y precisa evaluación contenida en la reciente Declaración de la Mesa de Reflexión Latinoamericana, importante red que articula personalidades latinoamericanas expertas en política exterior, organizaciones intergubernamentales y la academia.

Poniendo el dedo en la llaga, la Mesa precisa que la primacía de la agenda geopolítica que impulsa globalmente Washington “…es disfuncional para la región e, incluso, para Estados Unidos, pues, en esencia, niega los enormes y profundos retos sociales que por igual atraviesan a América toda”. Entre estos: la desaceleración del crecimiento económico, la inflación creciente en algunos países, el aumento del precio de los alimentos, mientras cae la inversión, entre otros. Todo ello dentro de un contexto de crisis climática y acelerado deterioro ambiental que afecta, en particular, a la región amazónica, área vital del planeta.

Amenazas muy graves y sensibles atraviesan nuestra América Latina. Ellas van debilitando, en la percepción de millones, la identificación con la democracia y los valores democráticos. Todo converge para ese resultado: corrupción creciente, inseguridad ciudadana y aumento de la pobreza. En una región de una creciente urbanización degradada con condiciones habitacionales, de transporte público y de inseguridad ciudadana que convierten a nuestras macrociudades en focos de explosión.

Con un escenario así de amplio y complejo, las respuestas se deben dar en varios tiempos y niveles. Pero por cosas concretas y precisas hay que empezar. El papel de las instituciones financieras de desarrollo ha sido una preocupación ya expresada en el pasado por la Mesa de Reflexión: en el 2020 la irresponsable desarticulación latinoamericana hizo posible la elección del estadounidense, Mauricio Claver-Carone, como presidente del BID, cuya breve y poco feliz gestión aceleró el debilitamiento y desarticulación de la principal institución financiera interamericana.

La Mesa de Reflexión pone el énfasis sobre las instituciones financieras para el desarrollo (Banco Mundial, BID, CAF, etc.). Y lo hace en positivo, convocándolas a “…entrar en ‘modo urgencia’ porque si la inacción predomina, ella será la sembradora de más inestabilidad en los planos político, material y social”.

La esencia de la propuesta de la Declaración es precisa y muy actual: llamar a la banca multilateral a unirse al esfuerzo y proyectos latinoamericanos. Saludando los pasos ya dados en la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina), en su proceso de capitalización y en mirada de largo plazo, el texto va dirigido al espacio financiero multilateral más grande de la región que es el BID, al que se convoca a unirse a Latinoamérica concretando un fuerte y urgente –y pendiente– aumento de capital.

Desde hace más de dos años se conoce del proyecto de ley presentado en el Congreso de los EE.UU a favor de esa capitalización aportando hasta US$80 mil millones durante un período de cinco años. Ni el tiempo (dos años ya), ni la Cumbre de las Américas, ni tanta retórica hemisférica de lado y lado han convertido esa propuesta en realidad. No obstante, hay gestos favorables como los pronunciamientos recientes del consejero de Seguridad Nacional, Jack Sullivan, en respaldo a soluciones “con capital posibilitado por un tipo diferente de diplomacia estadounidense”.

La pronta recapitalización del BID, hoy presidido por el brasilero Ilan Goldfajn, no sería una varita mágica. Pero sí un paso concreto que expresaría la voluntad estadounidense de interactuar en serio y con recursos para inversiones sociales impostergables.

larepublica.pe
Diego García Sayán

Atando cabos

Abogado y Magister en derecho. Ha sido ministro de Relaciones Exteriores (2001- 2002) y de Justicia (2000- 2001). También presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Fue Relator Especial de la ONU sobre Independencia de Jueces y Abogados hasta diciembre de 2022. Autor de varios libros sobre asuntos jurídicos y relaciones internacionales.