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Escrache o acoso, por Raúl Tola

“¿Son escraches las incursiones de La Resistencia? Claramente, no. En cualquier país civilizado eso se llama acoso”.

En el último tiempo, esos grupúsculos de extrema derecha, que son La Resistencia, Los Combatientes o Los Patriotas, parecen haberse olvidado de las presentaciones de libros, exposiciones artísticas y eventos culturales varios que gustaban sabotear para concentrarse en algunos representantes de la prensa local. Esta semana, justo cuando la gestión del alcalde Rafael López Aliaga está en entredicho por su manejo de las ollas comunes y sus destempladas respuestas ante las críticas, decidieron volver a los que se han vuelto sus destinos favoritos: el local de Ideele-Reporteros y la casa de Rosa María Palacios.

Alguna extraña idea performática o reflejo freudiano los llevó a ir disfrazados de payasos. Así se aparecieron en la calle de Palacios, donde, como es su costumbre, practicaron el saludo nazi y, luego, premunidos de megáfonos y parlantes, se dedicaron a repartir insultos en su media lengua.

El único rostro descubierto era Róger Ayachi, pechador líder de Los Combatientes. Fue enternecedor verlo evolucionar súbitamente de la rabia al pánico, del odio a la palidez mortal, cuando Rosa María abrió la puerta de su casa y salió para exigirles que dejaran de molestar a los vecinos y no espantaran más a los niños de la cuadra que querían festejar Halloween. Lo sigue siendo leer las redes sociales vinculadas a estos xenófobos, golpeadores a saldo, escupidores todoterreno y lanzadores profesionales de caca que, en un rapto de fragilidad y refinación, ahora acusan a Rosa María de “violenta” por quererle quitar la máscara a una de ellas para identificarla ante las autoridades.

La repetición de sus incursiones, que cada día son más histéricas y agresivas, hace que valga la pena aclarar algunos conceptos que, de manera interesada, ahora intentan ser confundidos para justificar los desmadres de estas fuerzas de choque.

Primero, un poco de historia. A mediados de 1990, el Gobierno de Carlos Menem indultó a los militares y civiles condenados por torturas y asesinatos cometidos durante la dictadura militar. En respuesta, los familiares de las víctimas comenzaron a reunirse delante de las casas y los trabajos de los indultados para identificarlos y protestar por su impunidad.

A esa práctica se la conoció como ‘escrache’ y se popularizó en otros lugares, por ejemplo, España, donde, como explica Felipe González Santos, para evitar abusos y deformaciones, el Tribunal Constitucional sentó jurisprudencia, atribuyéndoles unas características específicas. Para ser tal, un escrache debe estar dirigido a un representante político, motivado por una causa concreta, ser pacífico y estar limitado en el tiempo.

¿Son escraches las incursiones de La Resistencia? ¿Estarían amparadas por esta figura sus manifestaciones arbitrarias, indiscriminadas, sin causa específica, eminentemente agresivas y que se repiten año tras año? Claramente, no. En cualquier país civilizado eso se llama acoso, el Perú lo recoge claramente en el artículo 151-A del Código Penal y debe ser sancionado.

Raúl Tola

El diario negro

Raúl Tola. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.