Gamarra en Venecia, un triunfo, por Mirko Lauer

Sandra Gamarra en la Bienal de Venecia 2024, representando a España, es un acontecimiento. No solo por la distinción que supone para la artista peruana, sino porque con ello Madrid ha cortado un nudo gordiano de la representación artística internacional de nuestro país. Quizás era de esperar, y nosotros mismos no hubiéramos podido hacerlo.

En esta misma 60a Bienal en el Perú hay polémica sobre si se hizo bien en enviar al fotógrafo Roberto Huarcaya, quien toca temas naturales y autóctonos, o si se debió preferir a la artista amazónica shipiba Olinda Silvano, que quedó en segundo lugar. No es la primera vez que se discute el contenido del envío peruano.

Gamarra es importante para los españoles, pues buena parte de su obra es sobre los nexos entre etapas de la historia colonial en el Perú, y a su vez de estas etapas con la creatividad visual nativa. Su trabajo encaja muy bien con el tema de esta bienal, que es la extranjería urbi et orbi, es decir representada en todas las formas posibles.

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El curador de la 60a Bienal, el brasileño Adriano Pedrosa, decidió que esta sería una reunión de obras vinculadas al colonialismo, al racismo y a la migración que los acompaña. Los artistas han respondido con trabajos radicales que juntos promueven la idea del arte como algo esencialmente contestatario en lo social. Hace buen tiempo que eso no sucedía.

Un cambio importante en el mundo ha sido que la representación en arte ya no es tan personal, sino más bien temática y grupal (como en etnia). Los creadores que reúnen ambas cosas en sus obras tienen una enorme ventaja en la competencia por exponer en todo el circuito mundial. Lo cual ha dado a la actividad algo de prédica sociológica, con el artista proyectando furioso palabras de la tribu.

Gamarra ha logrado insertarse bien en la idea hispana de modernidad. La historia comenzó con el óleo que presentó en la galería de la calle de Alcalá 31 hace unos años, un remake de la boda de dos princesas inca con parientes de dos nobles y santos españoles, colgado en la Catedral del Cusco. Desde entonces ha avanzado en el remake de toda una franja de la sensibilidad peruana.