En las memorias históricas de Piura lo más recurrente que uno puede leer son los incesantes diluvios de verano y las inundaciones que prosiguen a estos aguaceros. Y es en ese sentido que la historiadora María Rostworowski, con total sentido común, se pregunta en su artículo “El diluvio de 1578”: “¿Sabiendo que el fenómeno (de El Niño) se repite por qué no preverlo? Las ciudades como Tumbes, Piura, Lambayeque o Chiclayo no se construyen para unos cuantos años, sino para durar siglos.
¿Por qué no dotar los asentamientos urbanos con un alcantarillado en las calles y una red de desagües preparados para recibir eventuales avalanchas de agua? ¿No sería aquello más económico que tener que reconstruir todos los servicios de una ciudad luego de cada desastre?”.
Y tal vez esa última pregunta sea la clave del asunto: es lógico que sería más económico preparar una ciudad apropiadamente para soportar embalses, desbordes e inundaciones, se haría una vez en su historia y el resto serían obras de mantenimiento. El problema es que la corrupción no ha permitido que una ciudad tan importante como Piura pueda definir estrategias, decidir convenientemente y solucionar una problemática que lleva siglos golpeándonos sin que nadie reaccione convenientemente.
Es que, siendo claros, estas situaciones de emergencia traen consigo obras a dedo, procesos cortos, compadrazgo y mucha, muchísima corrupción en cada convocatoria. Entonces, ¿qué autoridad nacional, regional o distrital querría matar a la “gallina de los huevos de oro” que suelta millones antes, durante y después de cada desastre?
En el FEN 2017 el argumento de las autoridades fue la tardía descolmatación del río y su estrangulamiento en ciertos sectores. Este año el río no se ha desbordado pero vemos zonas de todos los sectores y niveles socioeconómicos sufrir con inundaciones que se tragan, literalmente, sus viviendas. El crecimiento urbano desproporcionado y las construcciones en cuencas ciegas o zonas inundables deberían tener una mayor fiscalización, transparencia y responsabilidad de las entidades que otorgan las habilitaciones urbanas para zonas exclusivas, de precios exorbitantes y que terminan inundadas de esa precaria realidad que deja a su paso las lluvias.
Piurano, Comunicador Social y Administrador. Fui periodista más de un lustro y desde hace una década trabajo en Relaciones Comunitarias, pero siento que entre ambas profesiones existe una similitud: la sensibilidad social. Me gusta leer y escribir, tengo cuentos sin publicar y una novela a mitad de camino por falta de inspiración y valentía.