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¿O son tontos o son cómplices?, por Pedro A. Castro Balmaceda

La millonaria obra, que costó 240 millones de soles y que se promocionaba como un legado histórico para Piura, empezó a descascararse a los seis meses de terminada su construcción.

El exgobernador de Piura Servando García —probablemente el peor funcionario público que haya manejado el destino de nuestra región— anunciaba, durante su mediocre gestión, con bombos y platillos que las “defensas ribereñas” que venían construyendo durarían 100 años, ni más ni menos. Un siglo que no duró ni un año, el siglo más corto de la historia, un “récord Guinness” a la incapacidad, corrupción y miseria.

La millonaria obra, que costó 240 millones de soles y que se promocionaba como un legado histórico para Piura, empezó a descascararse a los seis meses de terminada su construcción; bajo diversos cuestionamientos advertidos por Contraloría en noviembre del 2021, quien informó que los “muros de concreto” no cumplían con las especificaciones técnicas. Aun así, el entonces gobernador recepcionó una obra que debía estar preparada para soportar caudales de 4.600 metros cúbicos por segundo (m³/s), pero que con un caudal de, solo, 1.700 m³/s empezó a descascararse por completo.

Piura se ha convertido en una ciudad sin ley, completamente nociva para sus vecinos, quienes tenemos que convivir con las inmensas nubes de polvo fecal que se levantan en pleno centro de la ciudad, con pistas recién construidas, pero destruidas en su totalidad, con calles completas convertidas en estacionamiento de motos lineales. Con un río incontrolable y amenazante que cada tanto nos recuerda su poderío. Y con unas autoridades que, a pesar de los hechos, siguen contratando a los mismos funcionarios de las gestiones pasadas que Contraloría denunció de malos manejos (¿?).

Necesitamos soluciones coherentes y perdurables, pero también necesitamos que las actuales autoridades denuncien penalmente a los culpables de convertir el centro de Piura en una pista de motocross, así como los causantes de que las “defensas ribereñas” tengan menos resistencia que una galleta de soda. Los cambios toman su tiempo, es verdad, pero necesitamos palpar un liderazgo valiente, que no tema llamar a los corruptos por su nombre y que lleve a cabo una transformación eficaz, transparente y —sobre todo— que cierre filas contra los empresarios tramposos y sanguijuelas que solo buscan seguir succionando la sangre de una moribunda ciudad. Y si ya sabemos quiénes son los corruptos, por qué siguen ganando procesos o gestionando en la función pública. ¿O nuestras autoridades son muy tontas o son cómplices? La respuesta solo está entre estas dos preguntas y una combinación de ellas ya sería el cenit del colmo.

Pedro Castro Balmaceda

Piurano, Comunicador Social y Administrador. Fui periodista más de un lustro y desde hace una década trabajo en Relaciones Comunitarias, pero siento que entre ambas profesiones existe una similitud: la sensibilidad social. Me gusta leer y escribir, tengo cuentos sin publicar y una novela a mitad de camino por falta de inspiración y valentía.