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Apagar los fuegos, por Ramiro Escobar

“Hay un llamado a potenciar las energías renovables para que se produzca esa cuasimágica transición”.

(*) Profesor PUCP

La Cumbre del Clima (COP28) en Dubái acaba de alumbrar su documento final, en medio de ciertos tumultos, con una novedad algo esperanzadora: por primera vez en la historia sufrida de estas reuniones, donde siempre se anuncia la cercanía del abismo, pero se hace poco para evitarlo, hay un llamado para “dejar atrás” los combustibles fósiles, el nudo dramático del problema.

En otras palabras, es un guiño a un —espero que posible— mundo donde el petróleo, el gas y el carbón se conviertan paulatinamente en elementos innecesarios. Un planeta donde, de pronto, las humildes bicicletas, los autos eléctricos, los paneles solares o incluso los quijotescos molinos de viento dominen el escenario, en lugar de esas nubes de humo irrespirable tan cotidianas.

A la vez hay un llamado a potenciar las energías renovables para que se produzca esa cuasimágica transición. Solo que hay un problema: este documento, al ser parte del Acuerdo de París (el nuevo instrumento internacional climático que evitaría que nos achicharremos sin gloria), no es vinculante, no es obligatorio. La llegada a ese ‘nuevo mundo’ será un acto de voluntad.

¿Se acoplarán a esa transición potencias petroleras como Arabia Saudita y los propios Emiratos Árabes Unidos (donde está Dubái) sin tocarse de nervios? ¿Lo harán Rusia o EE. UU.? Hay un incendio planetario en curso, y aun así los países más poderosos —en el plano económico, militar o energético— pueden, simplemente, dejar que las llamas continúen hasta las cenizas.

Algo así como lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza. Hay sólidos y terribles argumentos para detener la masacre, el desastre humanitario, pero el cese al fuego no se alcanza o apenas dura unos días. El aún peso pesado de la política mundial, Estados Unidos, bloquea esa posibilidad ejerciendo su derecho de veto en el Consejo de Seguridad sin inmutarse demasiado.

Ahora Joe Biden ha lanzado algunas críticas tardías, ya con 18.000 muertos encima, que no van a reparar las desgracias ya desatadas, incluyendo la muerte de miles de niños y adolescentes. En materia climática, por lo menos hemos logrado anticipar una esperanza; en materia bélica, y concretamente en Medio Oriente, más bien dejamos que todo se incinere hasta el espanto.

Y en el medio, siempre el poder, la capacidad de rayar la cancha, de poner las reglas a costa del sufrimiento humano. Es curioso, además, que en esa región del mundo donde ha sido la Cumbre del Clima, y donde abundan esos combustibles fósiles que supuestamente un día desaparecerán, no se pueda apagar ese incendio, que por añadidura también causa un desastre ecológico.

Todos los fuegos perniciosos hay que apagarlos. El del calentamiento global no se va a terminar solo con intenciones. El de la Franja de Gaza, tristemente, parece el adelanto de una catástrofe climática, aunque provocada por los hombres cuando no pueden apagar sus furias.

Ramiro Escobar

Meditamundo

Lic. en Comunicación y Mag. en Estudios Culturales. Cobertura periodística: golpe contra Hugo Chávez (2002), acuerdo de paz con las FARC (2015), funeral de Fidel Castro (2016), investidura de D. Trump (2017), entrevista al expresidente José Mujica. Prof. de Relaciones Internac. en la U. Antonio Ruiz de Montoya y Fundación Academia Diplomática. Profesor de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica del Perú y Fundación Academia Diplomática.