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Transición Energética y libre mercado, por Humberto Campodónico

"La lucha contra el cambio climático es un bien público global para salvar al planeta y sus habitantes. Solo puede solucionarse con compromisos de todos”.

La transición energética se ha convertido en un objetivo de alto consenso mundial, pues es la principal herramienta para combatir el calentamiento global. Todos los días nos preocupamos por saber si habrá o no fenómeno El Niño y leemos que en el mundo hay lluvias torrenciales, altas temperaturas, deshielo de glaciares, sequías prolongadas, tormentas de nieve, friajes, entre otros.

Esa transición tiene una definición simple: se trata de pasar de un sistema energético basado en los combustibles fósiles (petróleo, carbón), que emiten los gases de efecto invernadero (GEI), a un sistema basado en recursos renovables (energía solar, eólica, biomasa) que emiten muy poco (o nada) de carbono.

Una cuestión es el tiempo. Si hasta el 2050 no hay una reducción importante de los GEI, entonces la temperatura global promedio se elevará por encima de 2 grados centígrados y habrá daños irreparables. A eso se dedican los países en la Conferencia de las Partes (COP) de Naciones Unidas.

El objetivo máximo es que, al 2050, haya lo que se llama Cero Emisiones Netas (CEN), para que la temperatura promedio se quede en 1,5 grados. ¿Y cómo avanza? Pues mal. Dice el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) que, si bien los países del G-20 (son el 76% de las emisiones) se han comprometido a CEN, “lo más preocupante es que ninguno de los miembros del G20 está reduciendo actualmente las emisiones a un ritmo coherente” (1).

En América Latina la cosa es parecida. Muchos países se han comprometido a CEN, incluido el Perú. Pero el avance es mínimo, ya que los países tienen puesta la mira en el crecimiento económico “como sea”. Si bien en el Perú el Ministerio del Ambiente ha cumplido con formular los planes e impulsarlos, su concreción solo será posible si las políticas del Gobierno, y del Congreso, se alinean, involucrando a los actores productivos y la sociedad civil.

Dicho esto, aun si hubiera un esfuerzo mayor por parte del Gobierno, la transición energética solo se logra en el largo plazo. En un informe del 2020 de Deloitte para Enel Perú (2), afirman que en el escenario de consumo energético llamado “Ambición Aumentada” para el 2050, si bien la participación de las renovables se duplica, pasando del 20% al 41%, la participación de los derivados del petróleo sigue siendo mayoritaria, con el 57%. Esto supone un crecimiento, aunque moderado, de dicha demanda que, en el 2022, fue de 250.000 barriles diarios. Así, las refinerías, tanto La Pampilla como Talara, seguirán produciendo combustibles limpios con bajo contenido de azufre.

El progreso técnico y el negacionismo

La Revolución Industrial que comenzó en Inglaterra a fines del siglo XVIII implicó el gran aumento de los combustibles fósiles, primero la leña y el carbón para las máquinas a vapor y, más adelante, los derivados del petróleo para los barcos, automóviles y aviones (ver gráfico). Dice Joseph Schumpeter en su libro sobre los ciclos económicos (1939) que eso dio lugar a una onda larga de crecimiento económico, con una duración de más de 50 años.

Esto trajo consigo un concepto central: el avance técnico lleva directamente al crecimiento y al progreso, lo que implica que las decisiones económicas estén regidas por las leyes de la oferta y la demanda en el mercado, el cual, por definición, se autorregula. Como la lucha contra el cambio climático implica la primacía de los Estados, comenzó el negacionismo.

Donald Trump, que retiró a EEUU de la Conferencia de París sobre el Cambio Climático, dijo que existen “agoreros del desastre y alarmistas, que quieren controlar todos los aspectos de nuestras vidas”. Javier Milei dice: “La elevación de la temperatura es un problema cíclico. Si los precios fueran libres, no habría ningún tipo de problema. El Estado no debe intervenir”.

Este negacionismo tiene varias entradas. Una es crematística: existen centenas de miles de millones de dólares invertidos por las empresas petroleras en la explotación de petróleo, refinerías, buques y estaciones de servicio, entre otras. Eso “hay que defenderlo”. O prolongar lo más posible la transición energética.

Otra es el dogma. El libre mercado debe seguir asignando los recursos. No se acepta la amplia evidencia empírica, científica y académica de que el calentamiento global tiene un origen antropocéntrico: es creación de los seres humanos. Esa preocupación sería “un invento de los progres”, a quienes llaman “woke”.

Las alternativas

La lucha contra el cambio climático es un bien público global para salvar al planeta y sus habitantes. Solo puede solucionarse con compromisos de todos (si EEUU o China incumplen, chau). Además, está en el mismo nivel que la defensa de los derechos humanos, hoy en peligro en muchas partes del mundo (entre ellos, Ucrania, Rusia, Gaza y, también, el Perú). Hay otros bienes públicos, como el combate al narcotráfico o al contrabando de armas. Pero primero vienen los dos arriba mencionados.

En el plano regional, es clave avanzar hacia una política común, pero esto aún no tiene bases concretas. En el plano nacional, sería largo enumerar todas las políticas ya elaboradas por el Ministerio del Ambiente, sobre todo el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático.

Las mayores emisiones de GEI en el Perú proceden del cambio de uso de suelos en la Amazonía, es decir, la deforestación, por los lavaderos ilegales de oro, la tala ilegal y la conversión de bosques en tierras de cultivo. Aquí vamos en retroceso, sobre todo con la ley Soto-Cerrón (3). También es importante el incentivo a las energías renovables. Hay un proyecto de ley del viceministro Jaime Luyo para impulsarlas, pero que no se discute en el Congreso, lo que no debe extrañar a nadie.

De otro lado, la política energética y minera, en lo que concierne a la preservación del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático, no puede ser elaborada e implementada solo por el Ministerio de Energía y Minas, sino que debe también intervenir el Minam.

Asimismo, hay que incentivar la llegada de los autos eléctricos y, aunque parezca contradictorio, aumentar el consumo de gas natural, combustible fósil pero que contamina mucho menos que el petróleo: es “el puente” a la transición energética. Sustituye al GLP en los hogares, y a la gasolina y el diesel en los autos y camiones. Además, es más barato, pues tiene precio regulado y mejora la balanza comercial al reducir la importación de combustibles. La masificación del gas natural es la gran deuda social del Perú con nuestros compatriotas de la sierra central y sur.

En síntesis, y volviendo al principio, la transición energética es un objetivo clave que necesita planificación internacional y la intervención de los Gobiernos. No puede ser resuelta por el libre mercado, aunque Trump y Milei digan lo contrario.

1) Emissions Gap Report 2023, https://www.unep.org/resources/emissions-gap-report-2023
2) Una larga transición energética, 2022.https://larepublica.pe/opinion/2022/11/28/una-larga-transicion-energetica-por-humberto-campodonico/
3) La ley Soto-Cerrón y la deforestación, 19/01/2024, https://www.cristaldemira.com/articulos.php?id=3043

larepublica.pe
Humberto Campodónico

Cristal de mira

Humberto Campodónico. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.