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EEUU y China: democracia y autoritarismo, por Humberto Campodónico

Hay una crisis del ‘capitalismo democrático’ y que muchos países de Europa, y el propio EEUU, están transitando a regímenes ‘iliberales’.

El proceso de globalización atraviesa una seria crisis, lo que ha motivado que los países otrora líderes de ese proceso ahora vuelvan sobre sus pasos y estén más preocupados en su fortalecimiento interno. Todo ello ha conducido a la fragmentación geoeconómica que abordamos la semana pasada. Esta crisis se desenvuelve en el marco del cambio climático que azota al planeta y en momentos de disputa por la hegemonía global entre EEUU y China. A esto se agregan las (por el momento y esperemos que allí queden) guerras regionales (Rusia-Ucrania e Israel-Hamás).

Hace unos meses, varios congresistas de EEUU (Salazar, Cassidy, Espaillat) presentaron el proyecto “Ley de las Américas”. Dice: “Es el único plan económico estratégico importante para contrarrestar el creciente poder geopolítico y económico de China en el hemisferio occidental, y aumentar la seguridad y la estabilidad para disminuir la migración regional”. La ley se ha comenzado a discutir en el Congreso.

Se apoya en tres pilares: comercio, inversión y acercamiento entre los pueblos. Aquí dos temas concretos: a) el planteamiento de extender el TLC entre EEUU, México y Canadá a América Latina y el Caribe; b) que las inversiones de empresas de EEUU que estaban en otros países (léase China) y que deben relocalizarse (“near-shoring”) lo puedan hacer dentro de la región. El Departamento del Tesoro destinaría US$60.000 millones en préstamos y donaciones. Se excluyó a Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela.

La ley es una respuesta explícita al Plan de la Ruta y la Seda, lanzado en 2013 por Xi Jinping y que ha logrado notables avances en muchas regiones del mundo en inversión directa, comercio y financiamiento. Hasta el momento, China ha invertido un billón de dólares en todo el mundo (1).

Más allá de la ley

En el 2001, EEUU promovió la admisión de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC). El planteamiento era: “Si en China avanzan la libertad de comercio y la libertad económica, eso abrirá paso a la demanda de libertades políticas, lo que debilitará el sistema de partido único”. Pero eso no sucedió: China fue “el país que falló en fallar”, como dijo The New York Times en el 2019.

Las fuerzas del “libre mercado”, apoyadas por Clinton, Bush y Obama, no tuvieron éxito. Fue Trump, en el 2016, quien capitalizó el descontento del otrora cinturón industrial (Michigan, Wisconsin, Iowa y Pensilvania debido a los efectos nocivos de la globalización), ahora llamado “cinturón oxidado”. A partir de allí, la postura frente a China cambió por una más agresiva en términos políticos, comerciales y tecnológicos, lo que se ha mantenido con Biden.

Ha dicho Jake Sullivan, asesor de Biden que ahora EEUU busca fortalecerse: “en los últimos 3 años hemos realizado inversiones de gran alcance en los cimientos de la fortaleza en el país con una legislación histórica sobre infraestructura, chips (semiconductores), ciencia, y energía limpia; al mismo mientras abordamos las prácticas no comerciales de China y tomamos medidas para garantizar que EEUU lidere las fuentes de crecimiento tecnológico y económico” (2).

Pero esos esfuerzos no son los únicos. También están los pedidos para el alineamiento con EEUU, lo que ha hecho Ecuador y, hace poco, Milei. También se ha pronunciado así sobre Perú la generala del Comando Sur Laura Richardson, lo que fue replicado en octubre por el Financial Times de Londres sobre “posibles bases para submarinos chinos en el puerto de Chancay” (sic). 

Democracia y autoritarismo

En la disputa por la hegemonía no solo se ven temas económicos, sociales y/o geopolíticos. También la polémica ha entrado al ámbito del sistema político vigente en cada país. EEUU ha planteado en varias oportunidades que se debe optar entre “democracia” y “autoritarismo”.

Este sería el principal argumento de EEUU: China es lo opuesto a una democracia. El Partido Comunista se ha mantenido en el poder durante más de siete décadas. No hay separación de poderes, independencia del Poder Judicial, libertad de asociación, expresión y opinión, elecciones periódicas libres y justas por sufragio universal o medios de comunicación independientes, que son elementos esenciales de la democracia definida por las Naciones Unidas.

China, en documento oficial, dice: “La democracia popular de proceso completo integra la democracia orientada al proceso con la democracia de resultados, la democracia procedimental con la sustantiva, la democracia directa con la indirecta y la democracia popular con la voluntad del Estado. Es un modelo de democracia socialista que abarca todos los aspectos del proceso democrático y todos los sectores de la sociedad. Es una verdadera democracia que funciona. La democracia es un fenómeno concreto que está en constante evolución” (3).

En noviembre del 2022, en Bali, Xi Jinping le dijo a Biden: “La llamada narrativa de ‘democracia versus autoritarismo’ no es la característica definitoria del mundo de hoy, y menos aún representa la tendencia de los tiempos. Estoy cansado de ese tema”.  Y agregó: “EEUU tiene democracia a su estilo y China tiene una democracia al estilo chino”.

La discusión va para largo. De mi parte, libertad, igualdad y fraternidad son el punto de partida de toda democracia, no el documento de China. Pero hay de todo en esta viña. Así, Sheldon Wolin, filósofo y politólogo norteamericano, dice que EEUU se ha transformado involuntariamente en un nuevo y extraño tipo de híbrido político, en el que los poderes económicos y estatales están unidos y prácticamente desenfrenados y la nación se ha convertido en un “totalitarismo invertido”. Wolin, claramente, dice que su definición no significa que EEUU sea un país totalitario. Pero que puede tender hacia ello.

Algo similar dice Martin Wolf, a quien citamos largamente la semana pasada acerca del crecimiento de la extrema derecha totalitaria, afirmando que hay una crisis del “capitalismo democrático” y que muchos países de Europa, y el propio EEUU, están transitando a regímenes “iliberales”.

¿Hasta dónde puede eso llegar? Esperemos que a ningún sitio. Pero ya Trump ha dicho que si gana las elecciones, será dictador “solo en el día uno”. 

Es probable que si las tensiones geopolíticas se agudizan, en medio de una slowbalization, la discusión sobre el alineamiento de los países con alguna potencia se vuelva moneda corriente. En esta columna hemos argumentado en varias ocasiones que estamos por el No Alineamiento Activo para defender los intereses nacionales (esperemos que junto con otros países de la región, lo que hoy parece una quimera): no estamos a favor de EEUU, Europa ni China. Tampoco estamos contra ninguno de ellos. Estamos con todos ellos promoviendo nuestros intereses. Y no debemos ser neutrales: hay temas sobre los cuales nos debemos pronunciar.

Dijo Lord Palmerston: “Las naciones no tienen ni amigos permanentes, ni enemigos permanentes, tienen intereses permanentes”.

1) Ver: https://greenfdc.org/china-belt-and-road-initiative-bri-investment-report-2023-h1/

2) Conferencia del 30 de enero de 2024

3) Ver China, democracia que funciona: https://www.news.cn/english/2021-12/04/c_1310351231.htm

Humberto Campodónico

Cristal de mira

Humberto Campodónico. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.