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Francisco de Piérola: el Perú, la piel que más teme, por Irma del Águila

Llenar las salas de cine para ver “La piel más temida” no es ceder repentinamente a la tentación del senderismo. Calma. No hay “terrucos” a sala llena, comiendo canchita. 

“Humanizar” a Sendero Luminoso es la incriminación más temida que puede recibir una película en el Perú. Y, ¿por qué? Detrás anida un sentimiento de pánico: que presentar senderistas de “carne y hueso” lleve a la gente a sentir simpatía por los subversivos.  

Hay inseguridad de alguien como Francisco de Piérola que critica cualquier resquicio de “humanidad” en personajes subversivos en películas donde se espera que los personajes, todos, tengan cierta densidad subjetiva, claroscuros incluso.

El crítico Oscar Goff advierte que hay un mundo de diferencia entre humanizar y simpatizar con villanos en el cine. Goff reseña la película “Zona de interés”, ganadora del Oscar a la Mejor película extranjera, que presenta a la familia de un guardia nazi del campo de Auschwitz en toda su ramplona, truculenta, espeluznante “humanidad”, disfrutando de la vida de privilegio en la villa levantada a pocos metros del campo de exterminio. No reconocer la condición “humana” de los abyectos tiranos, de los sanguinarios asesinos -Goff menciona a Idi Amin y al músico Charles Manson y agregaríamos, con sus miles y miles de seguidores y creyentes- es esconder el polvo bajo la alfombra. El crítico de cine concluye: “La ´Zona de interés´ sí humaniza a sus villanos pero no es de ninguna manera un pedido de comprensión. Es una desesperada llamada de atención”.

Una desesperada llamada de atención a la sociedad que así busca exonerarse de cualquier connivencia, disimulo o rasgo autoritario. Si los criminales, los genocidas son “monstruos” no en un sentido metafórico sino literal. Si pretendemos que no pertenecen a la especie humana, qué alivio para todos ¿no? Ojalá fuera posible decir que no son de este mundo. Ojalá pudiéramos decir que son creación de la Inteligencia Artificial.

Cuando Francisco de Piérola sostiene que “todo el Perú está con las Fuerzas Armadas” incurre en una fantasía infantil o autoritaria.  Observamos con frecuencia en los preadolescentes una resistencia a cuestionar la imagen de sus padres como super héroes, los Capitán América, y a mirar a la sociedad en su complejo entramado de contradicciones, empleando más bien los términos “bueno” y “malo”, para casi todo.

Como sospecho que de Piérola no es un preadolescente, queda la presunción de mentalidad autoritaria. Por si acaso, pocos militares o policías en la zona de emergencia durante el conflicto armado interno hubieran sostenido semejante absurdo, “todo el Perú está con las fuerzas armadas”. De hecho, testimonios castrenses hablan de operativos contra civiles que incluyeron masacres, violaciones de mujeres y niñas y robo de ganado que se intentaron justificar con el alegato de que Sendero se movía “como pez en el agua" entre los pobladores. Baste mencionar al subteniente EP Telmo Hurtado responsable del asesinato de 69 pobladores, incluyendo niños, mujeres y ancianos, en Accomarca en 1985. Lo menos que podemos decir es que, en esos años, mucha gente vivía aterrorizada ante la posibilidad de una incursión de Sendero o un operativo del ejército.

¿Entonces? ¿A qué alude de Piérola cuando dice “todo el Perú”? Ciertamente no a “todo el Perú” sino a una idealización sospechosa “del Perú”, que engendra este no “mirar” a los muertos cuyas ejecuciones están tristemente documentadas.

“Todo el Perú” es una ilusión por restablecer una realidad social sin conflictos, un Génesis antes de la manzana de Eva. El peligro de este tipo de razonamientos es caer en la tentación totalitaria, esa que reclamaba “Un pueblo, un reich, un Fuhrer”. Lo opuesto a la vida en democracia, donde ninguna institución (el ejército, un partido o una iglesia) puede pretender el día de hoy ejercer tutela sobre “todo el Perú”. Lo que es muy distinto claro de un mandato constitucional.

La película “La piel más temida”, con sus altibajos, tiene un valor inestimable en la escenificación de nuestros males y hondos desencuentros. Maria Luque, la actriz boliviana que interpreta a Dominga, la abuela, consigue crear una atmósfera verosímil y sentida. El vínculo que establece con la nieta es de lo más destacable de una película con momentos que incomodan a la audiencia y otras, que conmueven. “La piel más temida” merece verse y discutirse. Llenar las salas de cine para ver “La piel más temida” no es ceder repentinamente a la tentación del senderismo. Calma. No hay “terrucos”  a sala llena, comiendo canchita. Y nadie cede un ápice en la condena del terrorismo senderista.

Irma Del Águila

Por ahí

Socióloga y narradora. Exdirectora académica del programa “Pueblos Indígenas y Globalización” del SIT. Observadora de derechos humanos por la OEA-ONU en Haití. Observadora electoral por la OEA en Haití, veedora del Plebiscito por la Paz en Colombia. III Premio de Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro por “El hombre que hablaba del cielo”.