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Ventanas rotas, por Paula Távara

“... a la presidenta Boluarte y que los medios de comunicación, tan críticos con su antecesor, se muestran suaves y complacientes con ella...”.

Tras su juramentación en el Congreso, la presidenta Dina Boluarte tuvo una oportunidad. Una ventana pequeña, diminuta, de tiempo y acciones que le permitieran acercarse a la ciudadanía (que aún intentaba asimilar el fallido golpe de Estado de Pedro Castillo y sus consecuencias). Todo cambio trae una oportunidad.

En un país tremendamente fracturado y en el que la representatividad política es hoy una palabra vacía, Boluarte podría haber intentado reconectar al menos con una parte de la ciudadanía y lograr cierta calma –real, no militarizada– que le permitiera lograr un gobierno de buena recordación, durase lo que durase.

No era tarea fácil. Su figura política era débil y cuestionada desde ambos extremos políticos.

Además, el “que se vayan todos” se había instaurado en las mayorías del país, garantizando resistencias ante cualquier intento de sucesión que no pasase por las urnas.

Por si fuera poco, todo esto tenía que afrontarlo como la primera mujer presidenta de un país altamente machista y conservador, que no iba a perdonarle ni un error.

Sea por la complejidad de la tarea, o por ambición de poder, lo cierto es que la presidenta volteó la cara a esa pequeña ventana y prefirió priorizar su supervivencia y poder.

En una mezcla de exceso de honestidad y pésimo análisis de la realidad, anunció desde el primer momento que pretendía gobernar hasta el 2026 y, para lograrlo, no tuvo reparo en aliarse con sus otrora opositores políticos y mediáticos y aceptar la represión de las fuerzas armadas y policiales y el discurso del terruqueo.

Así, acusando a la ciudadanía movilizada de violentistas y destructora del patrimonio (aparentemente lo más importante para algunos), eligiendo la represión sobre el diálogo y tomando tibiamente la demanda de un pronto adelanto de elecciones; el Gobierno perdió muy rápidamente esa pequeñísima ventana de oportunidad. El crecimiento de las protestas era esperable y responsabilidad del ejecutivo.

Puesto ya ineludiblemente el adelanto de elecciones sobre la mesa, las discusiones sobre el “deber ser” antes que sobre la premura y hartazgo de la ciudadanía nos han dejado también con las ventanas rotas pues, aún comprendiendo que el acuerdo político de elecciones en abril 2024 resultaba lo único alcanzable en el Parlamento, este no solventa la expectativa ciudadana, sigue sonando vacío y puede ser leña en el fuego de futuras manifestaciones.

Hay que tener claro además que siendo que los políticos que abrazan la represión han abrazado también a la presidenta Boluarte y que los medios de comunicación, tan críticos con su antecesor, se muestran suaves y complacientes con ella, corremos el riesgo de que en la próxima legislatura se encuentre algún pretexto para no oficializar el adelanto de elecciones y permanecer hasta el 2026 o para garantizarse reglas de juego a su único favor.

Flaco favor nos haríamos si nos creemos que ya ha pasado la tormenta o si dejamos de proponer alternativas, pero es importante tener claro que los horizontes de este gobierno se acercan hoy más a la “firmeza” que si diálogo político y ciudadano.

Al tiempo, una nueva ventana surge, esta vez para que ciudadanos y ciudadanas tratemos de articular esfuerzos de vigilancia ciudadana y transformación. No necesita ser la amalgama perfecta, pero toca empezar a construir espacios y alternativas transversales que permitan impulsar nuevos actores al espacio político institucional, abriendo la cancha para la representación real.

Si no lo hacemos, en medio de los vidrios rotos volverá a colarse el aire frío de la indiferencia, la negociación de las marcas políticas y el abandono de importantes sectores sociales.

Que el recuerdo de estos días grises y la pérdida de las vidas de casi 30 peruanos, segadas en medio de este conflicto, nos abran un horizonte, una puerta, para intentar construir juntos.

Paula Távara

Politóloga, máster en políticas públicas y sociales y en liderazgo político. Servidora pública, profesora universitaria y analista política. Comprometida con la participación política de la mujer y la democracia por sobre todas las cosas. Nada nos prepara para entender al Perú, pero seguimos apostando a construirlo.